Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1886 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 28 de junio de 1886
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Azcárate
Número y páginas del Diario de Sesiones: 40, 697
Tema: Discurso de la Corona

Yo siento, Sres. Diputados, venir a interrumpir el curso de estos debates, por lo cual he de decir muy pocas palabras en respuesta a la rectificación del Sr. Azcárate.

Yo hablé algo de lo apegado que S.S. venía a sus doctrinas y a la ciencia, porque S.S. ha venido aquí con un empeño verdaderamente estéril; con el empeño de discutir la soberanía nacional, cosa que ya no se discute en parte alguna, y que no puede ni debe discutirse en los Parlamentos; porque, en último resultado, la soberanía nacional, que en todas partes se tiene, que en todas partes se toca, y que por todas partes uno halla su influjo, no hay necesidad de definirla ni de discutirla, y porque la soberanía nacional da generalmente sus resultados por modos misteriosos, muy distintos de lo que determinan las ciencias, la filosofía y los filósofos. Yo no le quería decir a su señoría, por no molestar a una persona tan estimable y para mí tan querida, pues aun cuando no he tratado personalmente al Sr. Azcárate, traté a su señor padre, a quien debí muchísimas consideraciones y gran cariño; yo no quería decir a S.S., aunque es la verdad, que cuando los filósofos vienen a un Parlamento vienen a perturbar la marcha de la política. (Risas); porque, señores, viven en otras atmósferas, respiran otro ambiente distinto de este práctico y real en que tenemos necesidad de vivir los que estamos, en mayor o menos escala, cada cual en su esfera, encargados de la dirección de los asuntos públicos, y yo no quería que me pusiera el Sr. Azcárate en el caso de imitar a cierto célebre Rey, que debía conocer bien a los filósofos, porque los trataba mucho, que decía: "Los filósofos son de tal manera ingobernables, que si yo tuviera que castigar a alguna de las provincias de mi Reino, escogería un filósofo para que fuera a gobernarla".

Yo no quería decirle al Sr. Azcárate: no haga su señoría que yo diga que si mañana deseo que haya un Parlamento en que no se discuta nada, por lo menos nada práctico, y en el cual pasemos agradablemente el tiempo oyendo teorías muy bien expuestas, entonces yo haré todo lo que pueda para traer al Parlamento muchos filósofos.

En este sentido quería yo decirle al Sr. Azcárate que me parecía demasiado apegado a la ciencia, a los libros y a los principios dogmáticos, y que venía, y no lo tome a mala parte, con un empeño que ha pasado ya de moda, de definir y de discutir la soberanía de la Nación. Por lo demás, la fórmula que yo indiqué el otro día, es la fórmula que siempre he sostenido, lo mismo en esos bancos que en estos siendo Gobierno. Que la soberanía emana esencialmente de la Nación, no lo niega ya nadie, y cuando la Nación en uso de su soberanía crea los poderes que tiene por conveniente, entonces entrega el ejercicio de su soberanía a los poderes constituidos, y esto tampoco se puede negar; y desde el momento en que la Nación española, o cualquier otra (porque yo hablaba en tesis general y dogmáticamente, acompañando en esto a S.S.); desde el momento en que la Nación establece los poderes públicos, y desde el instante en que éstos están constituidos por voluntad de la Nación; desde aquel momento la soberanía está representada por los poderes públicos que han sido constituidos; y en los sistemas monárquicos, constitucionales, representativos, está aquella soberanía representada por las Cortes y el Rey.

Pues bien; en este sentido, ¿cómo había yo de tener inconveniente, teniendo tal concepto de la soberanía, en responder de la misma manera que respondía el Ministro inglés? ¿Se puede responder de otra manera en el Parlamento, en el Palacio de las leyes? Si la Nación, en uso de su soberanía, e indicando su voluntad, establece una forma de gobierno, o toma un acuerdo cualquiera, desde el momento en que eso se hace, claro es que establece una ley, ley que no hay más remedio que acatar. Pues esto, ni más ni menos es lo que dije, y esto lo repito y lo sostengo hoy, porque ni aquí, ni fuera de aquí, el hombre que se precia de ser hombre de ley, puede decir otra cosa; pero menos se puede decir en el Parlamento.

Lo que dije, pues, entonces, sostengo hoy; y como no quiero interrumpir el curso de la discusión, y presumo que me han de dar motivo para volver a hablar sobre el mismo asunto, dejo mayores explicaciones para cuando, molestando de una vez a la Cámara, tenga por cortesía y por deber, más que por necesidad, que ésta ha sido bien cumplida por los individuos de la Comisión que han hablado hasta ahora, que hacer el resumen de este importantísimo debate. (Muy bien). [697]



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